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martes, 21 de agosto de 2007

HISTORIA DE UN ABETO BEBÉ

HISTORIA DE UN ABETO "BEBÉ"
Hace algunos meses, en un claro de la montaña, descubrí un abeto "bebé". Sólo levantaba dos palmos del suelo y me fijé en él porque estaba llorando... Os confieso que me sorprendí sobremanera ¡Un árbol con esas lágrimas!
Me acerqué a él y tomé entre mis manos una de sus ramas pequeñas y frágiles. Su sólo contacto me inspiro ternura... ¡Se le veía tan infantil y tan deprimido!
-Calma, calma, pequeño. Los "chiquitines" han de estar alegres.
-Yo, no...
-¿Cómo te llamas?
-Antes me llamaban "P.A." pero ahora no tengo nombre...
-¿P.A.? ¿Y eso qué significa?
-"Proyecto de Abeto"- (P.A. siguió llorando mientras mis manos trataban de transmitirle amistad y confortarlo sin estar segura de cómo hacerlo, lo confieso, pero todos los seres vivos son sensibles al afecto).
-Vamos, vamos ¡Seguro que no es tan grave! Dime qué te pasa y te sentirás mejor.
-¡Bua...! ¡bua...!
-Eres original ¿sabes? ¡Nunca había visto llorar a un árbol!
-¡Estoy muy "depre"!
-¡Caramba! ¡Me asombras!
-Es que... ¡Tengo miedo!
-¿Por qué? ¡Anda! ¡Cuéntame!
-Nací hace un año...
-Más o menos te "echaba" esa edad.
-¿Sabes qué fue lo primero que vi al salir del piñón? ¡El cielo azul! ¡Me gustó!
-¡A mí también me gusta!
-Lo raro es que no siempre es azul... ¿Te has fijado que de noche tiene otro color? ¡Y también cuando llueve!
-Sí, es cierto.
-Nunca habría imaginado que hay cosas allá arriba. Sin estar plantadas en el suelo, quiero decir.
-¡Ja, ja, ja...! ¿Algo como la Luna o los pájaros?
-¡Claro! A lo mejor es porque soy pequeño, pero no entiendo cómo funciona todo eso. Oye... ¿Tú sabes por qué no se caen las estrellas?
-Bueno, un poco...
-Arquímedes me lo explicó un día pero no me enteré... La culpa fue de Charlie que no paraba de interrumpirnos, el muy pelmazo.
-¡Que mala suerte, P.A.! No es complicado pero, claro... ¡como eres un árbol! Me temo que no sabría explicártelo...
-¿Sabes? – interrumpió P.A. - Cuando nací también me gustó el Sol. ¡Daba un calorcillo más agradable! Aunque la verdad es que ahora sólo me apetece un ratito. ¡Es que soy un abeto!
-¡Ya entiendo! ¡Prefieres la sombra!
-Antes, mis amigos me cuidaban porque yo era el más pequeño. ¡Bua...!¡Bua...!
-¿Tus amigos?
-Sí. Ahí detrás, a tu lado, vivían Gruñón y Canario. Allá estaba Charlie, junto a la charca, y ahí delante Arquímedes y Galileo...
-¡Caramba! ¡Vaya nombrecitos!
-Arquímedes y Galileo eran abetos sabios...
-¡Ah! ¡De ahí el nombre!
-¡Sabían muchas cosas!
-¿Qué cosas?
-Pues... Estudiaban, por ejemplo, el viento. Sé que les interesaba algo que llamaban par... parti...
-¿Partículas?
-¡Eso! Decían que el aire está lleno de cosas, aunque no se ven ¿Tú te lo crees?
-¡Es cierto, P.A.! El propio aire es una combinación de elementos. No ver algo no significa que no exista.
-Entonces... ¿No me puedo fiar de los sentidos?
-No del todo, P.A, porque los sentidos nos limitan. Tú, como árbol, tienes algunos, yo tengo otros... Pero ¿cuántos nos faltarían para conocer la REALIDAD de forma TOTAL?
-¡Qué complicado! ¿Por qué algunas cosas las percibo y otras no?.
-Por muchos motivos. Como te decía, los sentidos que tenemos nos limitan. Pero, además y por ese motivo, todo depende del color, de la forma, del tamaño, de la combinación química de los elementos...
-¿Qué es un "elemento"?
-Algo que forma parte de la materia.
-¡Buf! ¡No te sigo! Es que aun soy pequeño ¿sabes?
-Claro, es normal.
-¡Oye! "eso" explica por qué las moscas caen en las telas de araña... ¡No las ven!
-Eres buen observador, P.A.
-Las arañas no me gustan. Cuando construyen una tela entre las ramas te dejan todo pegajoso. ¡Una vez Charlie tardó tres días en limpiarse las hojas! ¡Se puso de los nervios!
-¡Entiendo que sea un engorro! No había pensado en ello.
-Pues sí, ¡vaya si lo es! Charlie no habló con nadie hasta que estuvo limpio; casi no comía, estaba depre... Las hormigas son otra cosa. Es divertido mirarlas y ver como corren por sus carreteras, buscan provisiones y se saludan con las antenas. Galileo siempre decía que son inteligentes... Yo, una vez, las vi separar el grano de la paja y ponerlos en agujeros diferentes. Además he descubierto que cuando llueve no se inundan sus casas. Son buenas constructoras ¿verdad?
-¡Si que sabes cosas!
-Arquímedes y Galileo también conocían las estrellas y me enseñaron a distinguir las constelaciones y los planetas... ¡Ah! ¡Y a saber si haría buen o mal tiempo!
-¿Y aprendiste mucho?
-¡Pues claro! ¡Ya se adivinar cuando lloverá!
-¡Magnífico!
-Charlie se reía de nosotros. Era un abeto muy bonito, muy esbelto y un poco "fanfarrón", pero buen tipo, no creas.
-¿Y por qué se reía?
-Decía que Arquímedes y Galileo me estaban "comiendo el coco" con tanta fórmula y sólo me enseñaban tonterías. Es que para él lo único importante era estar guapo.
-¿De veras?
-Se pasaba el día limpiándose las hojas. Luego estiraba las ramas y hacía ejercicios para estar duro y en forma, y acababa mirándose durante horas en esa charca de ahí delante; decía que le servía de espejo, aunque yo no se muy bien qué es eso... Pero Charlie era simpático, hablador y divertido. Como los pájaros no anidaban en sus ramas porque era muy joven, disfrutaba mortificando a Gruñón y enseñándole sus hojas limpias y sin plumas.
-¡Vaya tipo!
-¡Bua... Bua...!
-Vamos... ¡Cálmate, P.A.!
-¿Sabes? Gruñón, siempre estaba gruñendo. Pero aunque se las daba de "tipo duro" era un "don nadie".
-Y ¿de qué gruñía?
-¡De todo! Si hablábamos se quejaba del ruido y si estábamos callados nos llamaba aburridos... En Primavera, cuando los pájaros hacían nidos en sus ramas, no paraba de protestar. Decía que los polluelos eran unos tipos mal educados porque chillaban sin parar y todos pedían la comida a un tiempo, y además lo ponían "perdido" con sus plumas y "eso otro" bueno... con su excrementos, quiero decir. Pero... ¿te cuento un secreto?
-¡Venga!
-Cuando los pájaros pequeños aprendían a volar y se iban, entonces Gruñón se pasaba un montón de días cabizbajo y sin hablar con nadie... Ya te he dicho que en el fondo era un buenazo.
-No lo dudo, pero ¡ya entiendo por qué se llamaba Gruñón!
-¿Sabes? El primer día que llovió... ¡tuve un miedo!
-¿De la lluvia?
-¡Yo no sabía qué era eso! Oí un ruido muy fuerte, vi una luz en el cielo y me noté todo "raro" con algo enganchado encima, luego supe que estaba mojado. ¡Hacía un frío! Gruñón y Canario, que eran los abetos más grandes y más viejos, estiraron sus ramas para protegerme y Charlie me acarició... "Calma, enano - me dijo - ¡El agua es buena y te harás más guapo!".
-¡Es curioso! ¡Nunca había pensado que un abeto tendría miedo!
-¡Pues claro que sí! Si llueve mucho no puedo correr para cobijarme. Si cae un rayo no puedo esconderme...
-¡Tienes razón! Estás un poco indefenso ¿eh?
-¡Uf! Cuando pasó la tormenta no sabían cómo animarme. Estaba tan asustado que no conseguía articular palabra, y hasta Gruñón trató de darme una palmadita de consuelo... ¡Pero ahora ya soy más valiente y el agua no me impresiona! ¡Bua... bua...!
-¿Y Canario?
-Canario era viejo como Gruñón, pero muy bueno y muy cariñoso... Siempre me hacía sombra cuando había demasiado sol. A él le gustaban los pájaros.
-¿Por eso le llamabais Canario?
-¡Claro! Canario cuidaba muy bien de los polluelos. Los tapaba del frío y del calor, los acunaba cuando el viento era favorable y podía mover sus ramas, y también les cantaba canciones...
-¿De veras? ¿Canciones...?
-¡Sí! ¿O crees que un abeto no sabe cantar? Además cuando los padres de los pequeños iban a buscar comida Canario les explicaba historias...
-¿En serio? ¿Qué clase de historias?
-¡Pues de bosques, naturalmente! Entonces, Gruñón protestaba por el jaleo y por tener que oír año tras año los mismos cuentos. Charlie aprovechaba para meterse con él y recordarle que sus ramas seguían impecables y acto seguido Gruñón se enfadaba más y acababa chillando. Decía que Canario era una niñera y Charlie un impertinente...
-¿Y Arquímedes y Galileo?
-No entraban mucho en esa clase de discusiones. ¡Es que eran abetos científicos! Estaban muy ocupados con la Astronomía y la Meteoro... Met...
-¿Meteorología?
-¡Eso! ¡Vaya nombre!
-Ya veo, se pasaban el día estudiando.
-Sí, y hablaban mucho entre ellos. A veces decían cosas que nadie entendía.
-¡Todos los sabios van a lo suyo!
-De todas formas, una vez que Gruñón se puso colorado de rabia y Charlie se destornilló de risa cuando lo vio tan rojo, sí que intervinieron. Dijeron que Charlie era un "ignorante-presuntuoso". Entonces él los llamó "comecocos-aburridos". Canario siempre acababa poniendo paz.
-Canario... ¡Debía ser un buen tipo!
-¡Sí! Y Arquímedes y Galileo también. Lo que pasa es que como eran genios siempre andaban un poco despistados.
-Claro.
-Pero a mí me gustaba mucho escucharles. Por la noche mirábamos las estrellas y seguíamos su movimiento. Según Gruñón, estábamos mal de la cabeza, pero Canario me animaba y decía que yo era un abeto muy aplicado... ¿Sabes qué constelación me gusta más?
-¿Cual?
-¡La Osa Mayor! Con Arquímedes y Galileo jugábamos a ponerles nombre a cada una de sus estrellas ¡Era divertido! Unas veces sólo valían palabras con vocales distintas, otras tenían que ser iguales, o con más de seis letras... Charlie siempre decía que no había ningún nombre tan "GUAI" como "Charlie", pero lo hacía porque no se le ocurría ninguno... Es que muy listo no era ¿sabes? A él no le gustaba estudiar.
-Sí, ya me lo parece.
-Pero era simpático y divertido – recordó P.A. mientras se contenía para no llorar de nuevo y la frágil rama que yo sostenía entre mis manos se estremecía. Por fin, mi amigo se repuso un poco y continuó:
-A Gruñón no le gustaba jugar y refunfuñaba porque era de noche y quería dormir. Canario, entonces, sonreía dulcemente y me decía que yo era un abeto muy estudioso, que aprendía muchas cosas y que se sentía orgulloso de mí.
-¿Donde están ahora tus amigos?
-¡Bua... Bua....!
-Calma, pequeño, cuéntame...
-Un día... ¡Bua...!
-¿Qué ocurrió?
-Un día vinieron unos hombres con una cosa brillante que hacía mucho ruido. ¡Bua... Bua...!
-¿Una cosa que hacía ruido?
-¡Sí! ¿Y sabes qué hicieron? ¡Atacaron a Gruñón! ¡Lo partieron por la mitad! Bua... Bua... ¡No sé por qué! ¡Gruñón no les había hecho nada! Bua, bua... Luego mataron a Canario, a Arquímedes y a Galileo...
-¡Pobre P.A.!
-Un hombre me miró a mí y yo empecé a temblar... No podía correr, no podía moverme... Yo sólo veía aquella cosa brillante que había matado a mis amigos.
-¿Y qué pasó?
-El tipo me miró con desdén y refunfuñó. Dijo que me dejaba para más adelante porque soy muy canijo. Oí algo parecido a "Navidad" ¿Tú sabes qué es eso?.
-Sí. Una fiesta alegre, con luces, regalos, villancicos.
-¡Ah! Volví a oír esa palabra cuando cogieron a Charlie... Como era tan bonito se lo llevaron con raíz y dijeron que lo pondrían en una maceta ¿Eso que es?
-Bueno... Un recipiente más o menos grande; se llena de tierra y se planta un árbol en su interior.
-¿Eso es verdad?
-Me temo que sí, P.A.
-¿Y si Charlie no cabe?
-¡Sí que cabrá!
-Oye... He “oído” que esas macetas estarán en un "sitio" donde no se mojará los días de lluvia ¿Puede ser?
-Sí, claro, en una casa.
-¡Pobre Charlie!¡Pasará mucha sed!
-Quizá lo rieguen de vez en cuando...
-También me han dicho que en esos sitios, en invierno, tienen unas "cosas" que dan calor... ¿Tú te lo crees?
-Sí, es verdad, P.A. En las casas hay calefacción durante el invierno.
-¡Charlie se asará!
-A los abetos os gusta más el frío ¿verdad?
-¡Pobre Charlie! ¡Con lo presumido que es se deprimirá cuando tenga las hojas secas! ¡Y si le cuelgan adornos en las ramas se sentirá ridículo! Aunque yo no sé qué es eso de adornos...
-Pues son luces de colores, pequeñas figuras, guirnaldas...
-Pobrecillo... ¡Con lo que cuida él de su aspecto!
-Bueno, después de las fiestas, seguro que lo plantarán en alguna montaña...
-¡No vivirá! Estará seco, dolorido, humillado y deprimido, al lado de árboles que no conoce... ¡No sé qué prefiero que hagan conmigo cuando vuelvan a decir esa palabra tan rara! ¿Cómo era? Na... Nav... ¿Navidad? ¡Bua, bua...!
Sin estar segura de lo que podría hacer, prometí a P.A. que iría a verle de vez en cuando y de que lo protegería. Pero él, sólo y desamparado en el claro que antes habitaban sus amigos, únicamente contempló los “muñones” de madera que un día fueron abetos que una sierra mecánica mató y que ya estaban cubiertos de hierba y hojarasca. P.A. se estremeció entre mis manos y siguió llorando.
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Han pasado algunos meses desde que conocí al pequeño abeto. Estoy de nuevo en el mismo bosque pero ahora sólo tengo delante el cadáver calcinado de P.A.
Me estremezco al pensar que él, solo y sin amigos, no pudo correr, ni siquiera gritar. ¡Pobre P.A.! Tenía miedo de la Navidad pero ignoraba que, antes de la siguiente, le esperaba el verano y lo que "aquella cosa brillante" no destruyó remataría el fuego algunos meses después.
Miro ese tronco frágil y quemado y pienso en P.A. como un ser irrepetible, porque todo cuanto existe lo es. Me gusta saber que en el Universo no hay nada que sea absolutamente igual a otra cosa... Eso hace que mi pequeño abeto sea único y no deje de existir.
Siento el corazón oprimido porque estoy encima de un cementerio, sin tumbas ni lápidas, pero repleto de cadáveres. Y ya que el lugar es apropiado para un epitafio quiero dedicar las últimas palabras a mi amigo, a su tronco calcinado, a su inocencia y curiosidad infantil, a esas múltiples bellezas suyas que no llegué a conocer:

"Ojalá, P.A. estés ahora en el interior de un piñón esperando la próxima primavera... Ojalá, cuando veas de nuevo el cielo y el sol, te asombres otra vez y tengas amigos a tu lado que te cobijen y jueguen contigo... Ojalá, P.A. nazcas en el rincón más inaccesible de la montaña más inexpugnable y entonces, quizá, dejarás de ser P.A., un "Proyecto de Abeto" y logres convertirte en un árbol adulto y sabio como Arquímedes, Galileo o Canario.

Te prometo que, por las noches, buscaré en el Cielo la Osa Mayor y cada vez que la contemple pondré tu nombre a la más brillante de sus estrellas."



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